31 de marzo, Día Internacional de la Visibilidad Trans

Por Paula Muñoz Mora

31 de Marzo, Día Internacional de la Visibilidad Trans. Llegamos a este día en medio de un tenso debate sobre la (espero) inminente Ley Trans, promesa electoral del nuevo «Frente Popular», pero que si se ha conseguido finalmente tramitar ha sido gracias a la lucha en la calle de les compas de los colectivos Trans diseminados por todo el territorio, a su lucha, movilización e incluso alguna huelga de hambre que otra. Mis respetos y apoyo.

Llegamos también con un nuevo desabastecimiento en todo el territorio de varios de los medicamentos que nos son necesarios para nuestra salud y bienestar, en especial para las mujeres trans. Una continuación del juego macabro de intereses económicos entre las farmacéuticas y el Estado. Todo ello tras un 8M marcado nuevamente por las fracturas en el movimiento feminista, donde un sector transfobo y transexcluyente intenta dinamitar la conquista de derechos de la comunidad trans, el mismo sector que ya ha alcanzado las cuotas de poder que perseguían para ser opresoras de sus compañeras.

Y para rematar el cuadro, no podemos olvidarnos de una pandemia global que ha puesto en una situación más crítica y precaria a los colectivos más oprimidos: trans, migrantes, putas… Mientras tanto, el fascismo toma fuerza en las cúpulas y en la calle, ya sin disfraz alguno y con total impunidad: presos políticos, represión policial… Pronto nos tocará el turno.

Pero hoy no. Hoy todavía podemos gritar, hacernos visibles y aportar nuestra gota de agua para levantar el tsunami de la revolución, una Revolución Social que nos reconozca y nos haga libres, una Revolución Trans!

Organízate y lucha, compa! Ya sea en la casa, en el barrio con el colectivo o la okupa, en el trabajo con el sindicato… Que sepan que también somos parte de este mundo y jamás lo abandonaremos sin luchar…

¡Salud y lucha para este 31M!

Una voz transfeminista y libertaria el 8M

Por Paula Muñoz Mora, AnarcoTransFeminista

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Un año más se acerca el Día de la Mujer Trabajadora, el 8 de Marzo, el día que el feminismo, tanto el institucional como el que procede de los márgenes, pretende hacer suyo. El movimiento libertario, y en especial las compañeras que militan en organizaciones anarquistas, no son ajenas a esta pugna. A veces pienso si no hacemos más que bailar al son de la música impuesta por el sistema en nuestro calendario… Siempre reaccionando, en respuesta, a la defensiva, sin pasar al
ataque… Pero eso es tema de otro artículo.

Antes de nada, constatar como siempre, que las siguientes líneas no son más que hijas del interés particular de la que suscribe por compartir sus sentires y percepciones subjetivas con la comunidad. Pues pienso que sólo poniendo en común nuestras subjetividades, podremos aproximarnos a cierta objetividad en nuestros discursos colectivos que constituyen la voz del movimiento.

Me presento nuevamente: Paula Muñoz Mora, anarkofeminista, anarkosindicalista,
anarkocomunista y transfeminista, militante de la CNT-AIT. Para mi todas estas etiquetas no tienen diferenciación unas de otras, no se pueden separar unas de otras, pues estarían vacías, carentes de sentido. Sin embargo, es necesario poner nuevamente los apellidos para que no se olviden los matices.

Este año la pandemia y la crisis que se acompañan, nos han conducido a un 8M particular. La palabra es precariedad y es ruptura, es conflicto y represión. Hemos visto como se nos ha confinado en nuestras casas, hemos visto como se ha dejado a multitud de trabajadoras sin recursos para sus sustento y sus familias, hemos visto como el capitalismo, el Estado, la patronal han puesto en la milla hacia el cadalso a la clase obrera, obligando al trabajo sin defensa contra la pandemia, sin material adecuado, hacinados en centros de trabajo y medios de transporte, etc, para luego
criminalizar sus protestas, mientras daba rienda suelta a sus siervos fascistas para ocupar la calle.

Entre tanto, el miedo nos ha separado. Si el año pasado ya pensaba que el movimiento feminista estaba roto, este año la situación no es mejor. Este año el enfrentamiento entre Radfem y Transfem ha llegado a niveles realmente alarmantes en el Estado español. En especial por la inminente salida de la que se ha dado en llamar la Ley Trans, cuyo borradores abogan por la autodeterminación de género, lo que algunas interpretan como un intento de borrar a la mujer y su lucha.

Este conflicto también ha salpicado al mundo libertario, como ya dije. Pero no como cabría esperar desde la perspectiva de criticar una iniciativa legislativa, que podría suponer una legitimización del Estado, sino cuestionando la teoría y el movimiento queer, bases del transfeminismo, bandera de la diversificación del movimiento feminista desde los años 90s. Y lo mejor es que no es tanto cuestionar sus postulados, compartidos en muchos casos con otras oradoras del feminismo de décadas anteriores, si no como criticar el origen académico y burgués de muchas sus más famosas filósofas, olvidando también este mismo origen para otras teóricas de décadas anteriores, tanto del feminismo como del anarquismo. Todo lo que no interesa es postmoderno y quien lo defiende está alienada. A nadie parece haberle importado la situación de desamparo y exclusión que esta crisis ha dejado para las personas trans, en particular a las mujeres, para las cuales encontrar trabajo, ya en época de abundancia y salubridad era toda una odisea, no digamos en el momento actual. Como si posicionarse en apoyo al reconocimiento de nuestros derechos, el de las personas trans, fuera apoyar el Capital y al Estado.

El otro punto caliente es sin duda la prostitución o trabajo sexual, que se podría hablar en términos muy similares. Imagínense por un momento en que situación ha podido dejar esta crisis a las compañeras: sin paro, sin prestaciones, confinadas y con miedo a contraer la enfermedad mortal… Precariedad se queda corto. Pero no me extenderé en esto. Que lo hagan las putas. Y lo mismo para las compañeras migrantes y racializadas…

Pues con esto quiero llegar precisamente a lo que me motiva a escribir estas páginas. Varios manifiestos, artículos y comunicados de los bloques anarquistas y libertarios, que a toda prisa han decidido organizarse para esgrimir bandera y salir a la calle este 8M, varios de estos textos han llegado a mis manos. Y lo primero que he constatado es que he echado en falta la perspectiva transfeminista. No hay mención alguna a compañeras trans o putas (someramente se menciona la inmigración, el racismo…). Mi primera reacción ha sido de indignación ¿Cómo mis compañeras se han olvidado de mi? Pero luego he recordado aquello de que “solo el pueblo salva al pueblo”, solo
las oprimidas salvan a las oprimidas. Y en base a esto me he dado cuenta de que no podemos caer nuevamente en el victimismo. SOLO LAS TRANS, LAS PERSONAS TRANS, NOS SALVAREMOS A NOSOTRAS MISMAS. No podemos esperar a que nuestras aliadas levanten la voz por nosotras. Tenemos que alzar nuestra propia voz. Debemos ser nosotras las que recojamos el fusil de las que nos precedieron y prender los contenedores de la transfobia, para que iluminen nuestra revolución…

 

Este es mi alegato en pro de mi revolución, una revolución queer, una revolución transfeminista, una revolución libertaria. Sólo una revolución que incluya a la disidencia sexual y abogue por la autodeterminación personal y colectiva, sea del género o cualquier otra índole, podrá ser una revolución verdaderamente anarkista. Sólo esa será la Revolución Social que ansío.

Esta crisis me ha dejado sin trabajo, me ha dejado sin sustento, me ha vuelto a situar en la boca de aquellos que cuestionan mi identidad, como si cualquiera que no fuera yo pudiera decir quien o que soy. Parece que ésto preocupa más a mucha feminista o libertaria, que la opresión que sufrimos de parte del Estado y el Capital. Ha ocupado esto más tiempo en redes sociales que la PRECARIEDAD o la REPRESIÓN que sufrimos todas. Y sin embargo, cuando el colectivo trans, a base de lucha callejera consigue arrebatar al Estado la migaja de reconocer sus derechos, entonces nuestras propias compañeras ponen el grito en el cielo, reinterpretando a conveniencia textos académicos, pero sin acercarse a la realidad de la calle.

Con esto quiero manifestar mi apoyo a la RESISTENCIA TRANS, cuya lucha ha logrado hacer temblar al Estado y su administración, minando su poder, obligando a reconocer sus derechos en pro de una Paz Social, mediante la proliferación de distintas leyes trans autonómicas en los últimos 7-8 años (y todavía existe la mujer, cuidado) y finalmente la inminente ley estatal. Porque la que suscribe piensa que toda ley que reconozca derechos a la clase obrera y las comunidades que la forman en su diversidad, son trabas al poder del Estado y el Capital, son pequeñas victorias de las
batallas que primero se libraron en la calle (jornada de ocho horas por ejemplo). Pero no podemos ni debemos quedarnos ahí, no podemos seguir siendo la Resistencia. Debemos pasar a la acción y convertirnos en Revolución. POR LA REVOLUCIÓN TRANS Y TRANSFEMINISTA, POR LA REVOLUCIÓN SOCIAL Y EL COMUNISMO LIBERTARIO, pues una sin otras no somos nada.

Anarcofeminismo para el 8 de marzo

Aurora Maymón
Que no se me confundan estas palabras que voy a decir. No sé si será porque este año mis ánimos y mi estado emocional son una montaña rusa dada la actual situación y por eso le doy más vueltas. Ciertamente llevo ya varios años con este runrun. Pero este año el tema del 8M me intensifica este sentimiento raro, porque es una fecha que ha sido completamente moldeada para blancas y burguesas.

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Antonia Maymón. Textos pedagógicos: El Castigo, 1934

Texto publicado originalmente en Tiempos Nuevos, n. 20, 20 de mayo de 1934.

Los refranes: «La letra con sangre entra» y «Al hijo, cara de perro» van cayendo en desuso; pero todavía falta mucho hasta que se lle­gue al concepto educativo de que el castigo ni mejora ni educa, y que además desmoraliza a quien lo emplea y a quien lo recibe.

El respeto mutuo, base de toda organización social justa y equi­tativa, está reñido con el castigo, ya que no puede haber respeto donde hay imposición, ni donde se tiene que maltratar para con­seguir lo que se desea. El maltrato aparta moralmente a las perso­nas y, como una de las condiciones más esenciales para conseguir resultados beneficiosos en la educación es el conocimiento de las características del educando, resulta que el apartamiento moral del educador y el educando imposibilita todo resultado práctico.

No siendo la verdadera enseñanza una imposición de creencia determinada, como sucede en la religiosa, el principal factor es el niño y con su psicología hemos de contar, si no queremos un fra­caso rotundo. Es, pues, indispensable ir directamente a la autoedu­cación y a la autodisciplina, si queremos que de la escuela salgan seres capaces de vivir de acuerdo consigo mismos y con los demás.

Enseñar al niño la física y las matemáticas es fácil si se tropieza con un ser inteligente; dejarlo por imposible, si es rudo, más fácil todavía; pero hacerle vivir su vida, acostumbrándolo a pensar y a resolverse sus problemas intelectuales y morales, es algo que cae de lleno dentro de la moderna pedagogía encargada de hacer hombres libres, capa­ces de serlo por sí y para sí, y también capaces de respetar la libertad ajena con el mismo tesón que están dispuestos a defender la suya.

El castigo desarrolla la hipocresía, muy extendida en las escuelas y en los hogares; el niño se acostumbra a que falta descubierta es falta cas­tigada, y falta oculta es pasada por alto, e inmediatamente se forma su moral particular: la de engañar a los padres y maestros, a fin de pa­recer un buen chico, aunque no lo sea. Desde que el niño se acostumbra a la hipocresía, pierde la vergüenza moral de su propia conciencia o de su yo, si se prefiere esta palabra.

El valor ético de aquella sen­tencia de Martínez de la Rosa: «Teme más el que es bueno a su propio desprecio, que al aje­no» es letra muerta para estos niños que sólo ven el peligro en la palmeta o el encierro; seres que en el porvenir sacri­ficarán su dignidad y su per­sonalidad, al parecer ajenas, y seguirán los caminos trillados, sin pensar que en ellos sacri­fican su propia personalidad.

El castigo ha pesado como una losa de hierro sobre la humani­dad desde tiempos inmemoria­les. Innúmeras son las personas que no comprenden cómo una sociedad podría subsistir sin castigo y creen, algunos de bue­na fe, que sin cárceles aumenta­rían los crímenes, y sin azotes, los niños malos. Consecuencia es todo esto de la educación fundada en el castigo, que al anu­lar la personalidad crea la abulia, que va desapareciendo merced a la reacción del individuo contra la imposición y de la colectivi­dad contra el abuso de poder.

Todos los fanatismos y to­dos los prejuicios se han apoyado en el castigo: los señores de horca y cuchi­llo castigaron a los siervos que quisieron ser algo más que eso; las religiones, a los que las so­metieron al libre examen, y los gobernantes a los que odiaron la tiranía. El desarrollo de la personalidad es aborrecido por todos los que quisieron y quieren imponer su volun­tad, porque lo que no puede conseguirse por las buenas se consigue por las malas de se­res más débiles que nosotros.

Y aquí entra la consecuencia más funesta del castigo: aprendiendo el niño, desde su más tierna edad, que el más fuerte abusa del más débil, es sencillísi­mo que germine en él la idea de que la cuestión más importante de la vida es poder sojuzgar a los demás, y viendo prácticamen­te triunfante la inmoralidad de que el hipócrita se libra del casti­go, termina por ahogar cuanto de bueno podía haber surgido en él y desea encaramarse a la cucaña social a cualquier precio.

Triunfante y alabado el vicio, que sabe vestirse el ropaje de la virtud, se obtiene la desordenada sociedad presente, donde en nombre de la moral se cometen toda suerte de inmoralidades; donde se roba, mata y explota en nombre de absurdos más o menos legalizados, y donde hay hombres que tranquilamente maltratan a sus semejan­tes mientras puedan hacerlo impunemente. la cuestión primordial es eludir el castigo; carentes de una superación del yo personal, harán víctimas y más víctimas mientras la ley no caiga sobre ellos.

Otro de los peligros del castigo es la soplonería; el acusi­ca, tan despreciable en teoría, campa y triunfa en las escue­las cuando el maestro quiere restablecer el orden a fuerza de palmeta; carente de vocación y de psicología, encuentra muy có­modo atender a la delación que le permite cumplir su obligación, en apariencia, sin multiplicar sus actividades, formando así esos caracteres soplones y ras­treros que se encumbran a costa de la adulación, que comercian con los caídos y que no tienen escrúpulos en perder a un compañerito, siempre que ellos salgan gananciosos.

Habrá quien creerá que en esto hay algo de exageración, mas tén­gase en cuenta que todavía me he quedado corta, ya que la envi­dia, la crueldad y la mayor parte de los vicios sociales tienen su origen en el castigo, que encumbra al hipócrita y le enseña, a la práctica, que la misma distancia que hoy establece la palmeta en­tre él y el maestro, existirá mañana entre él, si sabe usar de la adu­lación, y un pobre diablo caído en desgracia de los poderosos.

Si las palabras son como las cerezas, que siempre salen enredadas unas con otras, las equivocaciones en la educación están tan ligadas unas con otras, que las cosas que, a primera vista, parecen insignificantes dan por resultado consecuencias funestas en un palzo más o menos largo.

No basta enseñar la ciencia, es preciso aprovecharla para el bien; no basta largar a los niños grandes discursos de moralidad, es pre­ciso vivirla dentro de la escuela. El niño no es una materia dúctil que hemos de manejar a nuestro antojo para hacer de él lo que queramos: es una personalidad que ha de desarrollarse ella misma.

Lo que ayer tenían por verdadero ha resultado erróneo; la verdad de hoy puede ser la equivocación de mañana. Ayudemos al niño a ser su propio educador y habremos hecho verdadera obra social.

 

Texto y fotografía extraídos de:

Agulló Díaz, M.C.; Molina Beneyto, M.P. (2014). Antonia Maymón. Anarquista, maestra, naturistaAnarquista, naturista. Barcelona: Virus Editorial.. Editorial.

De la demolición a la sana crítica para la construcción anarquista. La clase: una reflexión de tantas.

Aurora Maymón

El otro día me llegó una imagen por redes que rezaba una frase de Colin Ward: “no me fío de lxs anarquistas que pasan su tiempo demoliendo la posición de otra facción anarquista”. Sin duda, creo que tiene razón. Es indudable que en el anarquismo hay muy diversas posiciones y maneras de actuar y enfrentar los problemas sociales, políticos y económicos. La diversidad en las perspectivas y el libre encuentro y confrontación de ideas, sentires y visiones es, para mí, uno de los aspectos más interesantes en el anarquismo y una de nuestras bases organizativas. Por eso, incluso en la toma de acuerdos en asamblea, evitamos los electoralismos y anteponemos el debate y la confrontación de formas de ver las cosas para intentar llegar a una solución común. Y que para tirar por tierra el trabajo de compañerxs que invierten su tiempo-vida en aras del horizonte libertario de una sociedad libre de jerarquías, mejor es mantener la boca cerrada. La frase en sí misma es evidente.

Sin embargo, sigo con mi manía de reflexionar y cuestionar todo aquello que me llega. Creo que no es lo mismo demoler la posición de una facción anarquista, que la sana y necesaria crítica a las maneras de accionar de una facción anarquista. En este texto, que podría ser mucho más extenso, quiero reflexionar, con una pizca de experiencia propia, sobre la ruptura de algunos sectores anarquistas con las raíces históricas de nuestras luchas, sobre la diferencia entre no priorizar una lucha y negar una lucha, y sobre el problema de banalizar las organizaciones y luchas anarquistas y sociales hasta despojarlas del importante elemento de la necesidad que nos lleva a organizarnos.

En estos tiempos inciertos la reflexión se torna muy importante para poder caminar con firmeza en las luchas de hoy. Sobre todo, pienso yo, porque a lo largo de la historia y hasta nuestros días, el poder organizado en torno al Estado y a las estructuras capitalistas, coloniales y patriarcales se ha ido complejizando y perfeccionando, de manera que resulta muy difícil vislumbrar los sujetos de las luchas, y las maneras y estrategias para hacer frente al poder. El poder organizado ha sabido revestir de terciopelo las cadenas que le permiten existir. La democracia, el Estado de Bienestar, las leyes del Estado de Derecho que nos brindan convenios laborales, artículos y documentos que protegen a lxs trabajadorxs de lxs patrones, así como “derechos” para inmigrantes, mujeres y cuerpos disidentes, nuestra posibilidad de participar en el gobierno y vernos representadxs en él… Todo ello ha sido la mayor estrategia articulada para que el pueblo, la clase trabajadora y toda la masa de oprimidxs de nuestras sociedades, abracen a la resignación y encuentren en los gobiernos, los Estados y sus instituciones, la solución a los problemas de la desigualdad, la violencia y la miseria a la que son sometidxs.

El Estado dice protegernos frente a la patronal, frente a la violencia machista y frente al racismo, pero no los hace desaparecer -si así fuera estaría cavando su propia tumba- sino que nos obliga a convivir con ellos y nos lanza desde arriba algunos textos legislativos que nos hacen pensar que las cosas son así y que al menos nos vemos representadxs, que al menos nos han tenido en cuenta. Así es como se acalla la voz de lxs oprimidxs y como se desactivan y neutralizan las luchas emancipatorias. Así es como protestas que se articulan en un principio desde la auto-organización, el asamblearismo y la acción directa, acaban reconducidas hacia la mera reclamación de procesos constituyentes, la creación de nuevas leyes, la dimisión del gobernante de turno, o referéndums para decidir si queremos un monarca o un Jefe de Estado.

Tres cuartos de lo mismo con la educación pública y la escolarización obligatoria, que suponen el arma de doble filo de que lxs niñxs tengan en muchas ocasiones un mínimo acceso a espacios de cultura, conocimiento y socialización y el escape de realidades dantescas en el seno de sus familias, pero que a la vez supone la herramienta básica para que, en primera instancia, no germinen proyectos educativos en los márgenes del estado y, por otro lado, para incrustar ideas nacionales, patrióticas, democráticas, liberales, capitalistas, ciudadanistas, partidistas y conservadoras, en fin, del viejo orden de siempre, el de un estado de las cosas que solo puede funcionar con gobernantes y gobernadxs.

La Academia, por su parte, es la que, siendo considerada el baluarte de la ciencia y el conocimiento, apuntala los discursos del poder mediante maneras de funcionar que van desde el elitismo, el partidismo y los derechos de autor hasta la meritocracia, el negocio y la invalidación o rechazo de análisis y discursos que problematizan y buscan solución a la mugre estructural de hoy. He aquí el motivo por el que creo que lxs anarquistas y sus análisis escasean en las universidades en detrimento de lxs marxistas. Así, los discursos oficiales de cualquier ciencia social o natural suelen apuntar a que los de hoy son tiempos nuevos, que la clase trabajadora ya no existe, sino que solo existen “errores del sistema” que deben ser solventados mediante el progreso, el raciocinio y la fe en la democracia. Que de nada sirve la radicalidad y que más que protestar en la calle debemos defender nuestras ideas en las urnas. Que el feminismo es bonito y que, faltando en la ecuación el anticapitalismo, el antiestatismo, el antinacionalismo y el anticolonialismo, hay que poner la vida en el centro.

Por la parte que me toca como supuesta historiadora (soy camarera), tengo que decir que los estudios históricos oficiales suelen reforzar este orden de las cosas. Que parece como si en los procesos políticos y sociales de las sociedades humanas hubiese sucedido una ruptura (y esta palabra es importante) entre el pasado y el ahora, como si nuestra sociedad actual no fuera hija de la pasada, y por eso se dice que hoy no podemos hablar de clase trabajadora, porque entonces caeríamos en la imprudencia del anacronismo en los análisis actuales. Que no hablamos de feminismo, sino que mejor de «lucha por la igualdad» (tornándose la igualdad un término vacío), y tampoco de patriarcado sino de «desigualdad» y «discriminación por razón de sexo» (que no de género, já). Que no hablemos de capitalismo, sino de «diferencias y desigualdades sociales»  Y, por supuesto, a años luz de incorporar los análisis y discursos anticoloniales y antirracistas.

Al hilo de esta “ruptura” creo que gracias a todos estos discursos, una buena parte del anarquismo reniega hoy de la lucha de clases como un foco fundamental para las luchas libertarias y antiautoritarias. Se repite que la clase trabajadora no existe ya. Se confunde no priorizar la cuestión de la clase sobre el resto formas de poder, con la pura negación de la cuestión de la clase. Eso ha llevado a algunxs anarquistas a rechazar de una manera sutil y podría decir que inconsciente, a lxs trabajadorxs y no al trabajo asalariado. Aquí, en mi opinión, reside uno de los motivos por los que, sumado a los demás expuestos, ciertos sectores anarquistas reniegan hoy del anarcosindicalismo y de su potencial transformador y organizativo.

Así, pongo mi experiencia personal, que es una experiencia política, para alentar la reflexión. Una persona, que es anarquista, me decía el pasado 8 de Marzo que no estaba de acuerdo con que se reivindicase esa fecha histórica como el día de la Mujer Trabajadora, sino que veía más oportuno que fuera el día de la Mujer, en general. Ello me hizo pensar que esta persona, que plasmo aquí como la personificación de lo que se piensa en algunos sectores anarquistas, no solo renunciaba a unas raíces históricas de lucha de las mujeres obreras de antaño (reforzando así la idea de ruptura con el pasado antes descrita) y al hecho de que las mujeres (cís, más concretamente) han sido y son trabajadoras aunque no reciban un salario por las tareas domésticas, de cuidados y de crianza que se tornan fundamentales para el funcionamiento del capitalismo, sino que también cedía, simbólicamente, espacios de lucha y emancipación conquistados por y desde las masas de mujeres trabajadoras y oprimidas, a las mujeres opresoras, gobernantes, capitalistas, racistas, explotadoras y patriarcales, como si fueran nuestras iguales, nuestras compañeras. Las defenderé en las opresiones que sufren por su condición de mujeres porque yo también las sufro, pero eso no significa que sean mis compañeras, que valide sus ideas y posiciones en el mundo y, por supuesto, no significa que tenga que asumirlas como mis iguales. Para mí, el feminismo en sí mismo no es nada y tampoco el concepto de la sororidad, si los desligamos del resto de formas de poder que nos atraviesan, como las clasistas o las coloniales. Lo mismo puede suceder con la fecha histórica del Primero de Mayo, cuyas raíces históricas de lucha obrera y la consecución de la jornada laboral de 8 horas, que conllevó el encarcelamiento y el asesinato de los anarquistas de Chicago, han quedado diluidas por las instituciones, el Estado y sus asociaciones, partidos y sindicatos subvencionados, convirtiéndose esta fecha de memoria en una pantomima.

Igual esta persona, que encarna lo que piensan muchxs anarquistas, me comentaba con un poco de desprecio que había demasiadas consigas sobre la clase trabajadora en una concentración a la que asistió, en solidaridad con la represión de los pasados días hacia quienes protestaron en el barrio obrero de Vallecas (Madrid). Es importante no olvidar las raíces obreras del barrio y tampoco la clase social a la que pertenecen la mayoría de sus habitantes hoy día. Porque precisamente el clasismo, el racismo y la colonialidad son los baremos por los que el gobierno de Madrid se guió para establecer el confinamiento selectivo por barrios. No podemos olvidar ni ignorar la cuestión de la clase. No podemos ceder al poder espacios recuperados tras años de lucha, represión y muerte. La renuncia a la noción de la clase y sus luchas y realidades supone el despojo de unos problemas esenciales de los pueblos y las gentes oprimidas antes y ahora.

Para acabar de problematizar mi experiencia y mi crítica, que no demolición, quiero compartir el sentimiento de desconfianza y de nula identificación que me surge hacia algunxs compañerxs anarquistas que tienen todo el tiempo del mundo para asistir a cada evento político y cultural y poder decir que están activxs en la lucha, a la vez que me encuentro por su parte, caras de resignación y silencios incómodos cuando pasan lista y algunxs no hemos estado porque estábamos en el trabajo, o cuando por esa razón o simplemente el necesario descanso, no podemos asistir a agradables quedadas para cenar, conversar y reír. “¡Qué perdida andas, tía!” ¿Perdida? jé. Para la mayoría de las personas el trabajo asalariado no nos es una opción. Y ese tipo de pensamiento es el que critico, y pienso que esos análisis y rechazos a las luchas de las clases trabajadoras, ignoran y reniegan de una lucha real que es mi lucha y la de muchxs compañerxs, a la vez que se puede no ver tan mal los pactos con el poder para que la lucha sea de masas o para que se cumplan ciertos objetivos.

En definitiva, creo que no hay que demoler las posturas y trabajo de otrxs anarquistas, pero la crítica en el seno de nuestras organizaciones debe ser constante, así como la lectura y el análisis de nuestras luchas en el contexto de nuestras realidades personales, sociales, temporales y territoriales. Que la verdadera demolición se produce cuando se niegan realidades de explotación y opresión y se desprecia a los sujetos de esas luchas. Y esto sucede de una forma muy descarada, igualmente, con las luchas antirracistas que quedan genial para la performance, los carteles o las meras consignas, pero que luego están realmente dejadas de lado y se ven mermadas por el paternalismo que caracteriza a las luchas en Occidente con respecto a las luchas que se articulan en territorios colonizados. Que es peligroso entender y participar de las luchas libertarias como si fueran una actividad de ocio y tiempo libre cual sesión de yoga o cual afición al teatro. Que el hecho de que nos organicemos en los márgenes de tiempo que nos dejan el trabajo y el ritmo productivista de la sociedad, no significa que sea una actividad cualquiera ni una afición. Que las luchas anarquistas y el conjunto de luchas sociales surgen de la necesidad personal y colectiva de desprendernos del poder y la jerarquía de toda naturaleza para construir maneras más libres y justas de vivir. Que no podemos ceder ante las estrategias del poder para que la rueda gire como siempre. Que necesitamos de la crítica y la reflexión, que no vale o no debería valernos todo lo que se cuelga la estampita de anarquista o revolucionario o porque reluzca una estética incendiaria.

Se torna urgente, urgentísimo, que leamos nuestro tiempo y nuestro terruño, así como que conozcamos, reflexionemos y asumamos las lecturas de lxs compañerxs de otros territorios y las apoyemos y defendamos. Que luchemos en consecuencia y sobre el suelo que pisamos, sin perder de vista el horizonte de los modelos de vida que queremos construir. La necesidad es real y está aquí. No la banalicemos más como hace el poder organizado que nos quiere tan acríticxs y distraídxs. No prioricemos luchas, no prioricemos unas formas de poder sobre otras. Que a nosotrxs como individuos no nos atraviese una lanza de poder concreta no significa que ese poder no atraviese a otrxs. Que conviene recordar que no seremos libres hasta que no sean libres todxs.

Teresa Claramunt: Igualdad (1906)

Retrato de Teresa Claramunt realizado por Baltasar Lobo y publicado en la revista Mujeres Libres

 

¡Igualdad! ¿Cuándo serás tú la única reina que rija los destinos del hombre? Así iba yo pensando una tarde en que con paso lento me dirigía a las afueras de la ciudad, para hacer acopio de oxígeno, una de las pocas cosas que sin dinero y con sólo andar medio kilómetro podía procurarme.

Aquella exclamación salíame del fondo del corazón al fijarme en la irritante desigualdad que por doquier nos azota como un látigo en manos de Mayans o un cabo Botas, pero la clase obrera tiene la epidermis de grueso cuero y no le hacen mella esas terribles bofetadas con que el hijo del holgazán bate los andrajos del productor. Continue reading

Juana Rouco Buela: «Hermanitas» (1924)

Hermanitas

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Hermanitas: Todos los minutos, todas las horas, todos los días, os veo sumisas y esclavas, cloróticas y demacradas, escuálidas y tuberculosas, ora con un atadón de costura, ora con un paquetón de ropa planchada, como un dolor que camina, cabizbajas, escarnecidas, humilladas, como si cargarais a cuesta la pesada cruz del cristo de la leyenda. Continue reading

La Voz de la Mujer: ¡Apareció aquello! (1896)

Texto publicado en el periódico anarco-feminista y anarco-comunista La Voz de la Mujer (Argentina) en el número 2, Año I, 31 de enero de 1896.

¡Apareció aquello!

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(A los escarabajos de la idea)

Cuando nosotras (despreciables e ignorantes mujeres) tomamos la iniciativa de publicar “La Voz de la Mujer”, ya lo sospechábamos ¡oh modernos cangrejos! Que vosotros recibiríais con vuestra macanística y acostumbrada filosofía nuestra iniciativa porque habéis de saber que nosotras las torpes mujeres también tenemos iniciativa y ésta es producto del pensamiento; ¿sabéis?, también pensamos.

Apareció el primer número de la “La Voz de la Mujer”, y claro ¡allí fue Troya!, “nosotras no somos dignas de tanto, ¡cá! No señor”, “¿emanciparse la mujer?”, “¿para qué?” “¿qué emancipación femenina ni qué ocho rábanos?” “¡la nuestra”, “venga la nuestra primero!”, y luego, cuando nosotros ‘los hombres’ estemos emancipados y seamos libres, allá veremos”.

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Notas sobre el nacionalismo en Rudolf Rocker (I)

Por Rudolf Rocker (1873 – 1958)

Rudof Rocker (1873-1958)

 

Todo nacionalismo es reaccionario por esencia, pues pretende imponer a las diversas partes de la gran familia humana un carácter determinado según una creencia preconcebida. También en este punto se manifiesta el parentesco íntimo de la ideología nacionalista con el contenido de toda religión revelada. El nacionalismo crea separaciones y escisiones artificiales dentro de la unidad orgánica que encuentra su expresión en el ser humano; al mismo tiempo aspira a una unidad ficticia, que sólo corresponde a un anhelo; y sus representantes, si pudieran, uniformarían en absoluto a los miembros de una determinada agrupación humana, para destacar tanto más agudamente lo que la distingue de los otros grupos. En ese aspecto, el llamado nacionalismo cultural no se diferencia en modo alguno del nacionalismo político, a cuyas aspiraciones de dominio ha de servir, por lo general, de hoja de parra. Ambos son espiritualmente inseparables y representan sólo dos formas distintas de las mismas pretensiones. Continue reading

Relativizando la emancipación. Una reflexión histórica para el anarcofeminismo

Por Aurora Maymón

Operarias del taller de cigarrillos superiores en la Real Fábrica de Tabacos de Gijón, en 1906, en una fotografía de Julio Peinado.

Para relativizar aquello de que el empleo dignifica y a las mujeres nos empodera…

Es interesante señalar que la incorporación de las mujeres al trabajo asalariado desde principios del siglo XIX, con el advenimiento del capitalismo y el surgimiento de los proletariados, estuvo especialmente motivada por la concepción patriarcal de que las mujeres son naturalmente inferiores a los hombres. Esa concepción patriarcal se reforzó cuando empezó a justificarse con argumentos que pretendían combinar las ciencias de la biología y la economía, y entonces el discurso de que las mujeres son menos productivas que los hombres por naturaleza se popularizó. Así, los empresarios preferían emplear a mujeres no por el carácter «femenino» de los empleos -más bien esos empleos, antes desempeñados por los hombres, se feminizaron-, sino por una cuestión de abaratamiento de la mano de obra. Continue reading